Os cuento (retrasado) lo de la Tea Party

(Este post se lo habia prometido a Che)

Cosas del destino: yo le encargué a la secretaria del departamento que me reservara una habitación en un hotel muy mono en el centro de Washington, uno desde el que pudiera andar todos los días, pero por cosas del destino me reservó la habitación en Arlington, digamos, en la otra punta (al otro lado del río). Arlington no es famoso por nada más que por ser el lado conservador de Washington DC, y por ser el sitio donde está el cementerio ese tan grande que siempre sale en las pelis de soldados, donde doblan la bandera y todo eso (por cierto, esto vi en directo: cuatro machotes vestidos de marines forman bajo la bandera, la bajan, la doblan y andan en formación muy serios hasta cierta esquina. Cuando llegan a la esquina levantan la rodilla, uno echa un grito y cada uno se va por su lado como si tal cosa sin decirse adiós ni nada, que bueno). También en Arlington está el Pentagono, que tiene su propia ciudad Pentagono, un compendio de tiendas caras y restaurantes de comida rápida. Esto es como quien dice, el paraíso Republicano.

Así que no os sorprenderá que tan ilustre área reciba a sus amantes republicanos de todas partes de América. Coincidió que estando allí los de la Tea Party estaban organizando una manifestación cachonuda sobre impuestos y qué se yo. A mí más me parecía que la manifestación era sobre declarar a Obama el nuevo anticristo o algo así. Uno llevaba una camiseta que decía: “Obama, si nos echas por la garganta socialismo y sanidad, no te sorprendas si te vomitamos encima”. Esta era la más divertida, pero vamos la mayoría no eran divertidas para nada.

Por cierto, un inciso: para los que no sepáis que es la Tea Party, esto es un movimiento político a la derecha de los Repúblicanos. Es un movimiento de protesta y se dedican a hacer manifestaciones contra todas las cosas malvadas de la sociedad moderna como por ejemplo la sanidad, los seguros para la gente que menos tiene y la redistribución de la riqueza… estos males por supuesto vienen todos en forma de impuestos. ¿Pero por qué se llaman la Tea Party? Esto es en honor de la Boston Tea Party, un acto de rebelión contra el imperio Británico en el siglo XVIII, cuando unos colonos destruyeron una partida de té, arrojándolo al mar, para protestar por los impuestos del Imperio. Un acto que inspiro una revolución, quizá la misma revolución que los repúblicanos de hoy quieren inspirar contra la teta Obama.
Pues bien, ¿por qué estáis leyendo esto en mi blog, un blog que escribo sobre mis pensamientos más personales y experiencias por las esquinas del mundo? ¿Qué tiene que ver la Tea Party conmigo, si lo más probable es que al ver a algunos miembros de la Tea Party me dé por salir corriendo?

El último día en el hotel, estaba yo esperando al micro-bus que debía llevarme al aeropuerto. Aburrida, me puse a andar por los corredores del hotel. Cuando vuelvo a la entrada, al banco donde estaba esperando, una señora con bastante desparpajo – algo así como las Chicas de Oro – me saluda y me pregunta si estoy esperando el micro al aeropuerto.
-¿A qué hora lo coges?
-A la una y diez, le digo.
-Uy, pues se acaba de ir uno a la una y cinco, a veces llegan antes.
Entonces me empiezo a poner nerviosa. Mis nervios tienen que ver con que llevo mucho tiempo viajando, pero también con el no conocer la ciudad y no tener la más remota idea de cuánto tiempo me costaría ir hasta el aeropuerto. Decido ir a llamar desde un teléfono público, pero el número que tengo es de letras, y yo que soy un poco lela, me hago la picha un lío marcando letras en vez de números en el teléfono. Cuando por fin me comunico, la línea no se oye bien. Al final cuelgo frustrada y vuelvo a la montaña de maletas que la señora dicharachera me ha estado cuidando. Cuando le explico que no puedo llamar, ella, muy amable, me ofrece el teléfono y finalmente me comunico con la estación de micros donde me confirman que el mío está por llegar. Entonces por fin respiro tranquila y le sonrío a la señora. Ella me cuenta que es de Sacramento, que siempre fue dactilógrafa y que ya no trabaja, y que ahora se dedica a protestar por la subida de impuestos.

-Yo estoy a favor de que no haya gobiernos- me dice- y tú, ¿eres Europea? ¿No defenderás tú el socialismo? Porque yo creo que el único gobierno es el que no existe.
Yo sonrío delatándome pero lo menos que me apetece es ponerme a discutir con esta buena señora. Como os imaginaréis, no soy yo la que va a tratar de convencerla de que la sanidad pública es una necesidad y la propuesta de Obama una broma. A sus años yo creo que debe tener las cosas bastante claras como para que venga una cría como yo a decirle lo que tiene o no tiene que pensar. Así que le doy una respuesta de esas un poco académicas y por lo mismo poco polémicas:
-Bueno, hay tantas formas de gobierno como países, y la homogeneidad no es necesariamente una virtud. Desde luego, socialista o no, no creo que tenga potestad para decirle a usted cual tiene que ser su gobierno, pero tampoco creo que deba usted decirme cual es el mío.
Le gustó mi respuesta, parece. No le di la razón como a los locos pero tampoco le salté a la yugular. Y así fue como me encontré escuchando la historia de cómo esta mujer paso de jubilada aburrida a activista exaltada. Bastante divertido. Algo así como pasar una noche con Josete contándote batallas políticas, y tú escuchado con una oreja y con las otras dos no. Hasta que en algún momento se cansó de hablar, o quizá no tuviera más slogans que decir, y me empezó a preguntar de dónde era y que hacía allí.

-Pues soy investigadora.
-¿De qué?
-Cosas de cambio climático…
Y aquí le cambia de cara: ¿puede ser que sea yo la persona equivocada?
-No me irás a convencer ahora de esa TONTERÍA que es el cambio climático… así que tú crees que los hombres somos tan poderosos que podemos transformar la tierra y destruirla.
-Destruirla no, destruirnos a nosotros, sí…
-Y ahora me vas a decir que Al Gore es un santo varón…
-Bueno, tampoco es que yo le tenga un altarcito…
-Porque Al Gore es el DEMONIO! Ese ¡MENTIROSO, PAZGUATO, IDIOTA!
-Bueno, ha tenido sus criticas pero hay que reconocer que ha hecho mucho para que se conozca…
(Me interrumpe)
-Es un malvado manipulador… el cambio climático es una ¡conspiración! Y tengo pruebas. Te las puedo enseñar. He escuchado a muchos expertos decir que esto es una mentira.
En fin. Yo me volví a ir por la tangente. Mi estrategia contra el escéptico es decir:
-Al menos admitirás que hay que conservar la energía, y que usar el coche no siempre es necesario. Por ejemplo, puedes ir a comprar en bici…
Esto aún la puso peor. La verdad que no quería que le diera allí un ataque. Entonces le dije:
-Además, algunas de estas cosas que se promueven son también buenas para el bolsillo. Por ejemplo, yo no tengo coche, pertenezco a un club de coches. Puedo disponer de coche cuando quiera, sólo necesito reservarlo. Y además son coches nuevos. Ahora sólo gasto unos 60 dólares al mes para el coche, y además me ahorro el parking.
-Pues esto sí que me parece una buena idea,- me dijo- y con esto volvimos a ser amigas. En tanto y cuanto le aguantara el rollo sobre Al Gore y que se yo. Hasta que de Al Gore se pasó a Obama. Yo que he tenido mis dudas de Obama ahora creo que debe ser un héroe bateando las aguas políticas americanas, me empezó a joder el hombro izquierdo con la señora esta. De conservadora venerable ha pasado a rollera insufrible. Al Gore es una cosa, Obama otra. Así que por primera vez ya no me preocupo si se enfada, o le da un ataque al corazón o que se yo. Mi insistencia en defender a Obama parece llevarla al borde del abismo hasta que la parda salta:
-O sea, que me vas a decir que tengo que aguantar a que me vengan a decir que no puedo llevar armas en la calle si me da la gana, ¡uno de nuestros derechos constitucionales! ¡Nuestro derecho a las armas!
Por suerte el aeropuerto ya está a la vista. Esto es a lo que nos enfrentamos, amigos, a gente que piensa que andar por la calle con una pistola es su derecho constitucional. A gente que piensa que nadie tiene derecho a demandarles ayuda por aquellos que la sociedad relega a la esquina. ¡Pero qué morro!

EPILOGO: Estaba esperando en la fila del avión cuando de repente veo a la activista Tea Party en otra cola, muy pita ella, y de repente me volvió a parecer tan simpática como cuando la conocí en el hotel. Entonces me di cuenta que al dejar el mostrador de registro automático se había olvidado la tarjeta de embarque, así que salí corriendo la cogí del mostrador y se la llevé. Ella se volvió a mí y me dio un abrazo muy efusivo, casi con lágrimas en los ojos, y casi me empieza a insistir a que la vaya a ver a Sacramento. Cuando volví a mi sitio, además de que se me habían pasado en la cola un montón de gente, ya estaban llamando a la policía porque mi maleta gigante no tenía dueño (joder ¿qué les pasó a los dos tipos de Dubai que estaban detrás de mí? ¿Es qué por ser mujer soy transparente? Nunca me alejé más de cincuenta metros). Pero al volverme vi a la activista jubilada de Sacramento, agitando la mano muy simpática y pensé que quizá la hubiera convencido de que no todos los socialistas interesados en el cambio climático somos demonios del infierno.

2 comments:

Jara dijo...

Hacia tanto tiempo que no entraba a tu blog que me había olvidado de lo divertidas que son tus historias. Vuelve a escribir una novela porfa, ya sabes que soy tu fan nº 1.
Besicos!

checho dijo...

Je, je, muy bueno. Yo le hubiera hecho un poco la pelota para que me invitara a Sacramento, qué cojones ¡Sólo se vive una vez!

Ah, te has olvidado comentar que zETApé fue el último invitado de una Tea Party, juas, juas, juas...

Besos.