La luz al final del tunel
Oficialmente no tengo que entregar la tesis hasta marzo. Sin embargo ya me siento un poco liberada, con un manuscrito bastante completo, al que apenas tengo que añadirle correcciones, asegurar correas, y asegurarme de que no he puesto ninguna idiotez en alguna página olvidada.
Escribir ciencia no es escribir literatura, pero es igual de difícil. Parece que a veces no se nos antoja y allí que se las pasa una mirando al ordenador o buscando excusas para hacer cualquier otra cosa. Ha habido una cosa que me ha mantenido en guardia y me ha llevado en volandas a través de la tesis: novelas. Desde agosto he leído un montón de novelas desde clásicos (incluido mi magnífico re-descubrimiento de Dickens), best-sellers y ensayos sobre temas controvertidos (sobre todo este año que ha estado de moda lo de la Camorra, y McMafia de Misha Glenny). Mi teoría es sencilla: el mejor maestro de escritura es el escritor de ficción. Eso claro, hasta que me leí 2666 de Roberto Bolaño. El día que pasé la última página, de un libro que me he influenciado como pocos lo han hecho antes, pensé que no volvería a escribir nada nunca.
Por eso me acerco a mi blog de modo tímido. Ahora hace mucho (más de cuatro años) desde que empecé a escribir desde Nigeria, seducida por aquel mundo que era diferente de cualquier cosa que hubiera visto antes. Cuando estaba en Nigeria me parecía que todo debía escribirse. Cuatro años después ya no estoy tan segura… En parte, esto es debido a una crisis de confianza en mí misma, que ha crecido como una bola desde el verano pasado. No es que quiera usar este blog para desahogarme ni nada; sin embargo me parece que comparto la experiencia de otra gente haciendo el doctorado que después de haberle dedicado unos cuantos años de vida a un solo tema (tema en el que nadie más en el mundo parece estar interesado) uno empieza a pensar que tal vez no es tan relevante, o tan interesante, o quizá, que la investigación tiene poco que añadir a lo que ya se sabe.
“A veces pienso que soy una impostora, que no sé nada y que un día de estos me van a descubrir y voy a pasar una vergüenza tremeda”, le dije a mi amiga Dani un día. “Yo también pienso eso”, me contestó ella, “casi todos los días”. O sea que me digo: puede que seas una impostora sí, pero no más que todos los demás. En resumen, uno no puede menos que ruborizarse al contemplar los ajustados límites de su conocimiento, pero ya sabéis que esto me lo estoy copiando de Sócrates.
La otra cosa que me preocupa es escribir de manera aburrida. Por eso leo novelas, porque creo que para hacer ciencia uno tiene que ser a la vez artesano y contador de cuentos. Artesano para poner juntas las piezas del rompecabezas de la ciencia. Thomas Kuhn decía que la ciencia avanza por revoluciones paradigmáticas: los científicos que pertenecen a un mismo paradigma o movimiento científico se dedican a hacer puzzles. Las piezas están ahí, incluso el modelo a seguir. Y la ciencia progresa así, cuando uno poco a poco va juntando todas las piezas. Kuhn decía que a veces hay científicos que rompen las reglas y consiguen un cambio revolucionario de paradigma científico.
Mi tesis es también como un rompecabezas. Sin embargo, el problema es que no hay reglas ni modelos. Yo tengo que elegir las piezas, pensar como juntarlas, y decidir cual es la imagen final que van a presentar al espectador. Mi rol no es el de un creador de un puzzle. El creador de un puzzle mira una imagen o modelo, decide como descomponerlo en piezas e impone las reglas para resolverlo. Lo extraordinario es que yo, al escribir mi tesis, agarro las piezas de donde puedo y las voy poniendo juntas como puedo, con la esperanza que al final mostrarán algo extraordinario. Yo no soy como el creador del puzzle (el creador del puzzle sería Dios, o Gaia, o el Demiurgo, o quien quiera que sea si es que en verdad hay un ‘creador’). Al contrario. Yo soy como una pequeñaza de tres años en una habitación con una caja con miles de piezas de cientos de puzzles distintos. Y ahí estoy yo, en el centro, seleccionando las piezas que tienen los colores más bonitos y las voy encajando como puedo, a veces apretando los bordes si no encajan exactamente.
O sea, mi tesis.
En fin, a ver si me animo y os cuento de que va!
1 comments:
Seguro que te queda un puzzle precioso. Y no es que copies, sino que piensas lo mismo que otros y, esos otros, lo han pensado primero. Por eso son unos genios, no por lo que piensan sino por ser los primeros en pensarlo o atreverse a decirlo. No copias, coincides, y el día que seas la primera en pensar algo y sobre todo en decirlo, serás un genio. Quizá tu puzzle doctoral...
Besos de los 4...y de la Pepa.
Publicar un comentario