Un cajon desastre para un premio Nobel
(Segunda entrega de "Historias de Monte Ororel")
Todos esperábamos entusiasmados a subir a Candanchú. Por fin, después de tantos años mirando la tele y preguntándonos que tenía que hacer tu escuela para ir a un programa de televisión, Cajón Desastre llamó a Monte Oroel para que sus alumnos participaran en la competición.
Yo no cabía en mí de la emoción. ¡Iba a salir en la tele! No podía esperar para ver como grababan todo, y quizá conocer a alguien famoso. A mí me gustaba mucho Pablo Carbonel (Me gustaba porque cantaba “ Mi agüita amarilla”, una canción sobre hacer pis).
Y había una cosa más: si ganábamos la competición ¡podríamos ganar algún premio! Quizá una bicicleta o un algún juego de moda. Con un poco de suerte podía ganar un Spectrum y acceder al misterioso mundo de los ordenadores.
Pero nada más bajarnos del autobús nos dijeron que algo iba mal. No iba a hacerse ninguna competición. Por problemas técnicos. Nos quedaba un consuelo: ¡íbamos a conocer a la presentadora, Miriam Díaz Aroca! Por aquel entonces yo pensaba que Miriam Díaz Aroca era una de las personas más guapas del planeta. Era, sin duda, más guapa que Alaska y la bruja Avería. Era rubia y tenía una sonrisa enorme.
Nos pusieron a todos en una fila, y Miriam pasó a nuestro lado con su sonrisa. Mientras se acercaba sentí mi corazón acelerarse: ¡Iba a conocer a una persona famosa! Entonces, se paró delante de mí... ¡delante de mí no! Se inclinó sobre Eugenia, que estaba enfrente, y cogiéndole de la barbilla dijo:
“¡Pero que chica más guapa! ¡Y qué ojos más bonitos!”
Y diciendo eso se alejó.
“Bueno, ¿y yo qué? Yo también tengo ojos pero a mí ni me ha mirado...”- pensé bastante deprimida.
Ahora, dos cosas saqué en claro de aquello:
Primero que Miriam Díaz Aroca estaba un poco loca porque no se puede ir a esquiar con tanto maquillaje.
Segundo, que para salir en televisión tienes que tener algo muy grande (ya sea un enorme par de ojos, como Eugenia, o los una inmensa dentadura, como Miriam).
Ahora, si mi autoestima no pasó por sus mejores momentos el día que conocimos a Miriam Díaz Aroca, mejoró mucho en otra ocasión. Ocurrió que los de la Cruz Roja vinieron a hacer un cursillo de valores cívicos o algo así (no lo recuerdo bien). Entonces, los que hacían el cursillo nos dijeron que teníamos que salir, uno por uno a la pizarra y escribir lo que queríamos ser de mayor. No me acuerdo de los que escribieron los demás, pero yo, desde luego, lo tenía muy claro. En la columna que decía “Yo quiero ser de mayor...” escribí: “PREMIO NOBEL”.
Los de clase se rieron un rato; aún debe haber alguno por ahí riéndose. No recuerdo las palabras exactas del chico de la Cruz Roja, pero creo que con una sonrisa un poco irónia dijo algo como:
“Me parece muy bien que hayas elegido eso. Porque sabéis, uno nunca apunta demasiado alto. Al fin y al cabo, todos los Premios Nobel fueron personas como vosotros, y también fueron a la escuela. O sea, que ya sabéis, a aprender todo lo que podáis, y apuntar alto.”
“¡Y los Premios Nobel también dicen tacos!”- dijo uno de los dos David Rufas (¡sí, había dos!). David Rufas (cualquiera de ellos) no aprobaba muchos exámenes siempre tenía los comentarios más mordaces en la punta de la lengua.
Me gustó aquel día, aunque se rieran de mí... y lo de Premio Nobel... ¡son sólo 25 años de Monte Oroel, dadnos tiempo, hombre, dadnos tiempo....!
0 comments:
Publicar un comentario