Aquí también hay misterios y leyendas…

¿Que os creíais, que sólo traigo buenas historias de Nigeria? Oído al parche amiguetes, que la Gran Bretaña nos ofrece un sinfín de historias singulares… porque, ¿en que país del mundo se encuentra alguien un martes cualquiera a las ocho de la noche a tres chavalinas de catorce años tan borrachas que no se pueden levantar del suelo? Eso amigos, solo puede ocurrir en un sitio (si si, ya sé que lo habéis adivinado).
Y esto amigos, da muchas páginas a los anales de psicología constructiva, pues no hay más que ver a estos perdidos para imaginar cientos de casos clinicos de histeria colectiva. Y si no, mirad a mi casera.
33 años, curranta (lo menos que se puede) y un poco abandonada a la vida inactiva… claro, eso tiene consecuencias. Entre ellas, un novio diez años mayor que ella, alcohólico, por lo que parece. A ambos se les ve poca piel por aquello de los tatuajes (menos mal que en mis periodos más estúpidos nunca ahorré lo bastante para tatuarme los delfines con los que soñaba). Pero bueno, así es la vida, de casa al trabajo y del trabajo al sillón. Pero ah del sábado por la noche, cuando las luces tintilean y los gatos se visten de azul (el gato que está… etc etc): ella trabaja y él no… así que él decide emborracharse con sus compañeros de piso (un ruso que pretende ser más inglés que los ingleses y no piensa poner un pie en su vida en Moscú y una loca que ha dado tantas vueltas por el mundo que ya no se encuentra así misma (o sea yo)). Afortunadamente me escapé a tiempo: alrededor de la cuarta pinta se despertó mi conciencia (debía estar echándose la siesta) y me mandó a casa, a ver (como no) Bridget Jones (¡Sí otra vez, otra tarde de miseria!).
Algo horrible debió pasar entre medias, porque cuando me disponía a ir a la cama oí un grito estridente y horroroso, haciendo temblar toda la casa, algo como “!Dónde has estado, te odio, has echado mi vida a perder!” y así tal cual la dueña de la casa puso todos los bartulos del tipo en la puerta de la casa (y lloviendo a mares, oye) y por lo visto se fueron ambos de borrachera para celebrar que su relación se había ido a la porra (pero se fueron por separado, imagino). Consecuencias: puñetazo en la cara de la colega que confirma mi sospecha de malos tratos, después de pasarse un mes negandolo desde que me confesó que le había roto un vaso en la cara aquel fatídico 5 de marzo… Uf uf uf.
Así que ella cogió el resto de sus cosas (las de él ) y se las puso en la callecita. Entre ellas el televisor, la freidora y otras fruslerías. Esto fue hace cuatro días. Ella dice que él duerme en el pub, que les ha pagado, y que no ha ido a currar ultimamente… ejem ejem; yo le he visto durmiedo con un albornoz en el asiento de atrás del coche… ¡en la puerta de casa! Para mí que hay algo que no anda y la historia sólo acaba de comenzar. Esto, desde luego, es carne de cañón para mis novelas pseudoexistencialistas de crítica a la parte de nuestra sociedad que esta podrida (y que no es una manzana sólo, no, y yo creo que no ando muy lejos de la parte mala del cesto). Por cierto, alguien se ha leído mi último hit, “La sirena suicida” creo que a he alcanzado el rankin más alucinante, la máxima aspiración de un escritor: 0 lectores. En fin, que se le va hacer… va a pasar que era demasiado existencialista de verdad…
Por cierto que he suspendido un examen de la Uned (si os acordais, el programa que empezé en septiembre y continuo en mis ratos libres porque para eso me he gastado mis pelillas) Por lo visto no he sido capaz de comprender que el mercado libre y las multinacionales son buenos para la economía de los países en desarrollo. Me parece que la economía de esos países es muy rara… ¿no creéis? Deberíamos preguntarle a Naomí Klein, pero claro, corremos el riesgo de caer en el fanatismo.
Bueno hermosos hasta mañana a las ocho y con un bizcocho, hep hep