Una juerga a la africana
Dado que el transporte no nos llevaba hasta Ouidah, Bas y yo pensamos que antes de llegar a la cuna del Vuduseria interesante pasar una juerguecilla en Cotonou, la que dicen es una de las ciudades mas adoradas por los expatriados del viejo mundo en África, especialmente por su vida nocturna.
De hecho la Lonely Planet dice: “Si no puedes encontrar un buen club en Cotonou es que has perdido tu olfato para determinar donde esta la marcha”
Lo que es yo lo debo haber perdido para siempre: ¿dónde demonios están los sitios de marcha en Cotonou?
Pero aun así, la noche tuvo unas cuantas sorpresillas.
Primero fuimos al restaurante Costa Rica, el favorito de Bas por su pizza con guindilla (Lucas, ya sabes el primer sitio que vas a visitar cuando vengas a vernos). Allí había unos cuantos resabidillos de la madre Francia que nos dieron algunas indicaciones sobre donde debíamos ir de juerga. Con sus indicaciones y la Lonely Planet acabamos cogiendo una moto-taxi hasta un club llamado “So What”
Lo de las moto-taxis es una cosa de lo más curiosa. En medio de la calle levantas la mano y dos o tres motos se paran y te llevan a donde quiera por un precio mas que módico. Al principio Bas estaba aterrorizado de viajar por Cotonou en moto, pero la cosa es bastante segura: son vespinos o motoretas casi todas, van muy despacio, y el trafico de coches es prácticamente inexistente fuera de las calles principales. Además todo Cotonou esta surcado (de lo que no hay en Madrid) por un carril-motocicleta, un carril para vehículos de dos ruedas con postes y todo para que los coches no se metan.
Así que gracias a la moto y a un inexplicable sentido de la orientación surgida de la nada, Bas y yo conseguimos llegar al club, el So What!, en el que la Lonely Planet prometía una marcha que te cagas, conciertos de Jazz y juerga hasta la madrugada. Imposible resistirse.
Siguiendo un poco las pautas de Nigeria llegamos pronto, las nueve, y el garito todavía estaba vacío. Sin embargo el lugar prometía, con su terraza, sus vistas al centro de la ciudad y su escenario repleto de instrumentos.
Nos invitaron a sentarnos y carta en mano me pedí un cóctel tropical. Tuve la fantástica idea de pedir que en vez de licor de limón me pusieran limón natural... con mi francés y mi subnormalidad, no se me ocurrió decir que si no ponían limonada, me pusieran soda: el cóctel, con ginebra, granadina y zumo de limón era una de las cosas mas asquerosas que he probado jamás, pero valía seis dólares (el triple que en Ibadan) así que me lo bebí estoicamente y no le dije nada a Bas. Pensé que con el alcohol todo pasa, y así es señores.
Al cabo de una hora allí no aparecía ni el Tato1. El ambientillo era agradable pero Bas y yo comenzábamos a sentirnos incómodos. El incomodo se convirtió en algo indescriptible cuando un tipo llegó, saludó inclinando la cabeza, se sentó en una silla en el escenario con su guitarra y empezó a tocar sus propios blues del autobús, en exclusiva, para Bas y para mí. Yo apure la ginebra y me pedí otra. Bas hizo lo mismo. Estar borracho parecía casi la única opción.
Huelga decir que el sonido no era del todo perfecto: el amplificador se acoplaba una vez sí y otra también, el camarero probaba cables y cables pero ninguno parecía estar en condiciones idóneas para el concierto, y el cantautor blues seguía a lo suyo, como si dos espectadores con cara de alelados y sin hablar francés fueran el mejor publico que jamás hubiera podido soñar.
A la hora o así, otro tipo apareció por la puerta y en plan Jam Session se puso a tocar la batería. La cosa se calentó lo suyo porque al cantautor no parecían agradarle el bombo repetitivo y los platos chirriando una y otra vez, y al final el batería desistió de tocar y se arrinconó al fondo del escenario con un bombo.
La cosa se animo un poco cuando el bluesman comenzó a tocar algunos blues conocidos, como el “Before you acuse me take a look at yourself” aunque he oído a JuanMa tocarlo mejor (JuanMa, cuando te canses de la botánica, que sepas que tienes futuro como bluesman en Cotonou, siempre y cuando te atrevas a tocar para dos personas). Luego aparecieron unos chavales y el cantautor nos dijo que eran sus amiguetes, que por fin habían venido a verle.
A eso de la una el camarero comenzó a llevarse los vasos de nuestra mesa y a preguntarnos si queríamos algo más. Allí fue cuando nos dimos cuenta de que se querían ir a dormir, y que ya había sido suficiente espectáculo para dos personas. Yo todavía esperaba que el cualquier momento irrumpiera una muchedumbre de gente y el escenario se llenara de músicos prestos a tocar todos los instrumentos que había allí, muertos de aburrimiento sobre el escenario, pero eso nunca ocurrió. De vuelta a casa, sobre la Okada, moto-taxi, no podía dejar de reírme. La noche había sido estupenda, pero eso de que Cotonou es una de las ciudades con mas marcha a este lado del mundo, eso, permitidme que lo dude.
Un abrazo amiguetes (a la prochaime- dijo el bluesman)
1Por cierto, para quien no lo sepa, el Tato era un torero que perdió un brazo o una pierna, pero le gustaba tanto torear que aun así iba a todas las corridas a pedir que le dejaran torear, por eso si el Tato no aparecía, no había ido nadie. Lo explicaron en la radio cuando Rajoy dijo que a la convención Iberoamericana que habían ido los socialistas “No había ido ni el Tato”.
1 comments:
lo q ratifica la sospecha d q la Lonely es pa guiris, muy a mi pesar, cada vez más...¡ah!, q razón tiene Don Mariano, ya sabes quién soy, besos.
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