Que asco, me huelen los pies

Si, si no es broma, y es que los cambios de tiempo no perdonan. Y si no pensad en esto. Jueves por la mañana: preparamos las maletas, unos bocadillos para el camino, nos vamos a ver al chofer, para asegurarnos que todo vaya bien... a las once de la mañana estamos a treinta grados y subiendo. En el coche de camino a Cotonou hace tanto calor que me quedo dormida nada mas salir. El ruido a la entrada de Lagos me despierta dos horas después y cuando levanto los ojos sobre la ciudad se cierne una inmensa nube negra, como la boina de Manolito Chuslovera.
“Lagos debe ser la ciudad mas contaminada del mundo”, pienso, sin dedicarle mas tiempo a la cosa.
Al pasar la frontera el conductor que va a firmar nuestros pasaportes nos pide dinero (“bribe”) para sobornar al funcionario de turno. Cuando Bas le tiende 200 Nira (dos dólares, exactamente) yo le miro con cara de asesina porque sé perfectamente que eso de ir ofreciendo sobornos es una tontería. Escuchadme bien: ¡no ofrezcáis sobornos! No solo es moralmente inadmisible sino porque además si los ofrecéis estoy segura de que os estarán tomando el pelo. En primer lugar los sobornos no van al funcionario, porque si lo fuera, el funcionario no tendría mas que poner una nota diciendo que el sello tiene coste adicional para compensar los salarios, como hacen en Bolivia. No, los sobornos van a parar a algún lugar en la cadena de intermediarios que hay entre tu y el funcionario. En nuestro caso no me cabe duda que fue el chofer (un empleado del Insti) quien se quedó el soborno.
Cuando fuimos la primera vez a Benin no pagamos ni un duro. A veces les tienes que comprar el bocadillo, si llegas a la hora de la comida, pero esa vez ni eso. Sin embargo, en la frontera había unos americanos que nada más llegar ofrecieron un dinerillo al primero que se lo pidió, para ahorrarse complicaciones... o eso creyeron ellos. Cuando la gente les vio soltar la guita tan fácilmente se vieron rodeados por una nube de oportunistas. Cuando nosotros nos íbamos rumbo a casa ellos aun iban por la segunda ventanilla: y les quedaban cuatro... Luego volverán a casa diciendo que los nigerianos son corruptos. Como si no les hubieran ofrecido la oportunidad de serlo.
Cuando comentamos estas cosas con la gente de por aquí todos nos dicen lo mismo: si no ofreces dinero, o mejor, si no llevas (o dices que no llevas) dinero, nadie te lo pedirá, y te dejarán en paz. Como aquellos estafadores que “limpiaron” a la española que venia conmigo hace tres años en Potosí.
Bueno, continuando el viaje, llegar a Cotonou es como siempre una experiencia. Cotonou es como yo me imaginaba África antes de venir: una especia de anarquía ordenada. La calle esta llena de gente con objetivos determinados, y el tráfico esta controlado por la irrupción de bicicletas y motocicletas. Uno se relaja por fin, después del atosigamiento que sufren los coches en Nigeria.
Cuando llegamos a Cotonou esta atardeciendo, y aunque el tiempo es fresco, no notamos nada raro, quizá por el cansancio. Llegamos a la habitación destrozados después de una noche de marcha a la africana, y nos dormimos sin remedio. A la mañana siguiente nos despertamos tiritando de frío (no os creáis que sospechamos por un momento que necesitábamos dormir con algo mas que una sabana). La boina negra también está en Cotonou: no es polución (o al menos no es solo polución) es el Hamatan, una gran nube de polvo sahariano que lo cubre todo y que hace que el calor sea insoportable a mediodía y el frío extremo por la noche. En cinco días en la playa no hemos visto el sol, sólo una sombra de él a través de la arena, pero el olvidarnos de la playa nos ha permitido hacer muchas otras cosas, por venir en próximos capítulos.
De momento me cantan los pinreles por soleares, que ríete tú de Camarón de la Isla. A Bas tambien le canta el alerón, sin duda. No hay quien se adapte a este clima.
Bueno majetes, hasta la próxima
Y no olviden vitaminarse y supermineralizarse.

1 comments:

Anónimo dijo...

no quiero dejar mensaje: esto huele fatal