Relatos irresistibles para forestales

¿Por qué el bosque es un lugar tan misterioso? No sé, pero lo es. Bastan cinco minutos en el bosque después de las seis para notarlo. Ni siquiera es necesario bajar del patrol. Las ramas se apelotonan contra las ventanillas, las lianas impiden el paso, la luz cambia el tono y el brillo, siendo más verde y más triste quizá de lo esperado... y no es extraño que uno se olvide de que dentro del bosque no hay sonidos: solo hay vacíos en el silencio. Nada habla, nada suena, nada emite sonido que te haga ser consciente de su presencia, pero a tus espaldas y al frente hay algo que se mueve, que crepita vida, que vive con urgencia y muere sin dudarlo.
El bosque esta lleno de muerte también: todo se pudre bajo o sobre tus pies. Árboles secos impiden el crecimiento de nuevas plantas: el poder de lo anciano y la podredumbre se abren paso en la selva secundaria. A veces pienso que los bosques (selvas) son patitos feos, tienen que pasar por la etapa de bosque secundario antes de ser un hermoso bosque primario: es decir, tienen que pasar por años de horrible bosque de árboles achaparrados y arbustos retorcidos, sensible a los incendios y las plagas, lleno de matojos y árboles viejos descomponiéndose sobre la tierra, antes de convertirse en un hermoso bosque primario de árboles altos, sanos y fuertes. Así imaginaba yo la dinámica de los bosques cuando estudiábamos en Montes. Supongo que la selvicultura debe ser el atajo que te permite conseguir ese bosque primario maravilloso donde el ecosistema se manifiesta con toda su fuerza, aunque el resultado siempre será “un poco peor”.
Algunos de mis compañeros forestales o ecologistas estarán pensando ¿qué tiene de malo el bosque secundario?
No es que tenga nada de malo per se, claro. La verdad es que paseando por los bosques de Bailo nunca pensé en estas cosas, siempre me pareció un lugar fantástico con sus bojes y sus enebros y sus hartos (por cierto que mi padre es mi nuevo profesor de etnobotanica).
Sin embargo aquí, en Nigeria, este bosque... tiene algo de salvaje y de terrible. La muerte está por todas partes y uno se sorprende casi de que haya vida entre tanta destrucción. La muerte engendra vida, supongo, pero casi siempre en forma de hongos, lianas, termitas y otros parásitos: Todos parasitándose unos a otros y entre semejante bacanal de comida donde los árboles salen perdiendo una y otra vez, luchando por crecer un poco más, por ganarles la batalla a los arbustos, por crecer más de unos cinco metros antes de morir[1].
Pues el bosque no es solo misterioso para mí: los trabajadores se niegan a realizar ningún trabajo en el bosque después de la una de la tarde. ¿Supersticiones? ¿Juju? Ellos dicen que “los espíritus del bosque”[2] despiertan al mediodía (quien hubiera dicho que a medianoche) con el calor, y el calor les hace poderosos. Dicen que cuando se va al bosque después de comer es muy posible que un espíritu te haga algo, que te agarre por detrás y te haga caer, o que se te meta en el cuerpo, y que te haga sentirte enfermo al llegar a casa. Dicen que el espíritu puede meterse en tu cuerpo y habitarlo durante días, hasta incluso matarlo. Los espíritus del bosque SIEMPRE son malvados. Por eso los locales se refieren al bosque con respeto y miedo. Esto ocurre en muchos lugares y debería ser tomado mas en serio como causa de deforestación. En muchas culturas el bosque no es un aliado (fuente de recursos) del hombre sino un lugar problemático, donde el hombre ha perdido el control. Creo que incluso se puede observar esto en algunos temas de la cultura popular europea como por ejemplo en cuentos como Hansel y Gretel o La Bella Durmiente. En el primero los hermanos se pierden irremisiblemente en el bosque. El bosque es aliado de sus enemigos. En el segundo el bosque crece fruto de la maldición alrededor del castillo donde reposa la bella durmiente (aunque quizá en este caso también deba ser entendido como fuente de protección).
Aquí en Nigeria el bosque esta maldito. Es en el bosque donde se practican algunos ritos de Juju negro[3], donde se esconden los fugitivos, donde espera lo desconocido (animales peligrosos, plantas que provocan urticaria, venenos). La gente lo evita, aunque algunos sanadores (que practican el Juju medicinal) lo conozcan bien, y sean respetados por ello (esto me recuerda un poco al concepto de bruja-curandero en España).
Pero el bosque también ofrece muchos regalos: caza, frutos silvestres, goma arábiga o látex (muy apreciado comercialmente), corchos de diversas cortezas, miel... habria que ser un loco para no aprovecharlo. Y os aseguro que la gente lo aprovecha. Incluso en el bosque del campus, donde hipotéticamente esta prohibida la entrada, las gentes de alrededor han encontrado el modo de saltar la valla. Y de poco sirve la vigilancia, porque los furtivos pueden esconderse en el bosque y jamás, digo jamás, ser encontrados.
Pero ¿cómo puede ser que los cazadores se atrevan a introducirse en el bosque, casi maldito después de la una de la tarde, hasta altas horas de la noche? ¿Cómo combaten los espíritus del bosque, cómo se protegen de sus peligros, cómo encuentran el camino de vuelta a casa?
Ya sé que ya lo habéis adivinado: los cazadores son también maestros del Juju. Conocen el Juju que necesitan para entrar en el bosque. Conocen los venenos y sus antídotos, y los ritos que deben seguir para evitar ser cogidos por los espíritus. Además conocen formulas que les dan energía, y les mantienen despiertos toda la noche, les ayudan a ver mejor y a ser mas rápidos, a tener mas reflejos, a ver lo camuflado y lo invisible...
No he tenido la suerte todavía de conocer a un cazador (si lo hiciera probablemente no reconocería serlo, por si pudiera denunciarlo) pero todo el mundo aquí tiene un padre, un hermano o un tío que es cazador. Las historias son profusas y emocionantes. Casi todas tienen como protagonistas a un intrépido cazador que ve en la oscuridad y es mas rápido que un leopardo.
Amos me contó la historia de su tío, un hombre ya anciano que poco antes de morir se convirtió al cristianismo (born-again, claro). El hombre tenía varias mujeres, y al convertirse tuvo que elegir una de ellas y mantener económicamente a todas las demás sin ser sus mujeres (yo que el me hubiera quedado como estaba). El caso es que este hombre era famoso en sus tiempos jóvenes por ser uno de los mejores cazadores de la aldea, de los mejores que la aldea hubiera tenido jamás. Todas las noches iba al bosque y volvía con una buena pieza (civets, que son como gatos o duikers, que son pequeños cervatillos, incluso dicen que una vez un caimán, aunque la teoría dice que aquí no hay caimanes). Además el buen hombre conocía todas las plantas y recursos que el bosque le pudiera dar.
Siempre seguía el mismo ritual: al caer la tarde se ponía la ropa de caza y se untaba un ungüento por todo el cuerpo. Supongo (esto Amos no me lo ha dicho) que rendiría tributo a los Loas para pedir protección. Luego se lanzaba al bosque, toda la noche y siempre volvía indemne, sin una sola herida. A la mañana siguiente el hombre se lavaba, se ponía la ropa de trabajo y volvía a ser una persona normal, dejaba de ser “el cazador”. Aunque todos sabían que iba a cazar y era un gran cazador, nadie lo veía jamás con aquella indumentaria.
Un día eran las tres de la mañana cuando Amos, entonces un niño, escuchó que llamaban a la puerta frenéticamente. Al abrir la puerta encontraron al cazador, medio desnudo y pintado, sudoroso y mal herido y con el rostro desencajado. Venia huyendo de “algo” y en el camino sus poderes Juju se habían acabado por alguna razón misteriosa. Le dejaron entrar en la casa y para sorpresa de todos el cazador no se fue a su cama a descansar, no. Cogió el bote de ungüento Juju y se lo unto por el cuerpo. El resto de la botella se la colgó a la espalda y salió despavorido de la casa, desapareciendo en la frondosidad del bosque otra vez.
A la mañana siguiente el cazador volvió al pueblo, ileso. No traía presa sin embargo. Dijo que se le había escapado, que su presa había huido de él encaramándose a un árbol. El cazador había podido sin embargo conseguir su trofeo: tres dedos, cortados en la huida de la presa mientras subía al árbol, tres dedos de algo no humano. Tres dedos del espíritu del bosque.
No puedo dejar de mencionar mi interpretación: drogas alucinógenas, excitantes o anfetaminas para entrar al bosque parece ser todo el misterio que entraña el Juju. Tres dedos de algo no humano que se escapa por un árbol bien podría ser un chimpancé.
Pero el bosque allí, naciendo y muriendo... eso si es un misterio[4].





[1] Mirando estos pobres árboles, perdidos en su lucha pero todavía, inasequibles al desaliento, no dejo de pensar en aquellos fantásticos pinares de Valsain, o en el abetal de Ordesa, o en las fantásticas dehesas de Encina o Pino piñonero. Quizá sea porque pasé demasiado tiempo en la Escuela de Montes, pero os juro que no dejo de admirar algunas maravillas del mundo forestal. No me cabe duda de que el hombre es capaz de cosas maravillosas, incluso superar la naturaleza algunas veces.
[2] Utilizo la palabra espíritu porque es la traducción al inglés que hacen los lugareños de sus propios conceptos, pero tened en cuenta que espíritu aquí no hace referencia al termino espíritu como lo utilizaríamos en castellano. Pensad mas bien en “entes” del bosque, o presencias, o seres animados que no son animales, ni vegetales.
[3] En Agosto 2004, al menos cien personas aparecieron muertas en un bosque cerca de Lagos. Todas presentaban una característica extraña: su cabeza estaba completamente separada de su cuerpo. No os quepa duda que esto era Juju… del rojo.
[4] Dicen que si el campus no estuviera aquí el bosque ya habría desaparecido. En ese sentido me alegro de que esta fuente de sorpresas y biodiversidad se mantenga en el corazón de Nigeria (aunque sea con fondos robados por el capitalismo a África).

1 comments:

Anónimo dijo...

realmente sorprendente