Glamour
No sé que es que no tengo suficiente glamour. Voy a una tienda, por ejemplo, y parece que sea invisible: no me atienden, si pido que me atiendan lo hacen a desgana… o si estoy en un bar y quiero pedir unas copas, tengo que esperar la de Dios, a cualquier otra persona la atienden antes que a mí, y yo parezco ser del color del papel de las paredes… (y ya sabéis lo que dijo Oscar Wilde justo antes de morir: “El papel de las paredes y yo estamos echando un duelo a muerte: uno de los dos tiene que desaparecer”). En fin. ¿Será que no tengo glamour?
Claro que eso del glamour hay que ganárselo. Por ejemplo, el otro día quedo a tomar una (o dos) con mi amiga Marina, que es una inglesa encantadora. Íbamos tan tranquilas dando un paseo por el Southbank, cuando de repente me dice que espere un momento y se va a hablar con un chico guapísimo, y bien acompañado, y lo primero que le oigo decir al chico es: ¿vas a venir a verme a mi obra? Resulta que es un actor de teatro muy famoso, y cuando nos enseña la publicidad de su obra yo me quedé patidifusa. Así que invita a Marina a su barbacoa, y patatín patatán todos felices… Marina me estaba explicando que este era un amigo de su infancia, que era un actor muy bueno, que siempre era muy atractivo porque siendo actor sabía como meterse a la gente en el bolsillo…
Luego nos sentamos en el Instituto Británico de Cine, y no llevábamos ahí ni un minuto cuando se acerca otro chico bastante guapo, también acompañado, y Marina me susurra: “creo que conozco a ese chico pero no sé de qué…”, pero demasiado tarde, el chico se acerca y los dos se abrazan entusiasmados. “ ¿Qué tal? ¿Qué tal?” y “ ¡Cómo me alegro de verte!” y todo eso… Marina le dice: “Hay que casualidad, me acabo de encontrar con un amigo justo delante de la puerta.” Y el otro le contesta: “Ay, sí, ¡el otro día sin ir más lejos me encontré con alguien que hizo conmigo mi primera serie de televisión!” O sea, que nos lo tenía que colar: que era actor, que estaba en la tele, que tenía glamour… Y todo eran sonrisas, y ser superguay, y cool, y cuanto se alegraba supermucho de todo lo maravilloso que pasaba a su alrededor… Y yo no podía dejar de sentirme terriblemente inconveniente, malamente vestida (me da la impresión que me visto como una adolescente a veces) y la idea de estar perdiéndome algo importante. Por lo menos a Marina le invitó a su fiesta… a mí no. A mí me quedó solo irme a mi casa, a la tranquilidad de mis tés mirando por la ventana, a mi trabajo en el que tan solo espero algún día ser capaz de decir algo importante sobre como conseguir una sociedad y un medio ambiente mejor, a mi amado novio y a mi familia que están ahí cuando les necesito, a mis amigos con los que tan solo compartimos largas tardes delante de una copa de vino, a esas tantas otras pequeñas cosas pero sin nada de glamour. ¡Qué pena! (¡Qué pena que me da él, claro!)
2 comments:
Yo eso de que soy transparente ya lo asumi hace tiempo, hasta se me cuelan las abuelas en la panaderia!
Pero no es por falta de glamour es porque pasamos desapercibidas sin mas....Pero sabes que? Yo prefiero eso a esa gente tan ideal de la muerte que llama siempre la atención donde quiera que va, en realidad ese tipo de personas me suele sacar de quicio (en general)
Besis
Estas situaciones que tu llamas "glamurosas" hay que aprenderlas y si no nos molestamos en estudiarlas ni un segundo sera que no nos interesan.
A mi en el fondo me encanta que se me cuelen y colarme en las colas de las cosas cotidianas, me parece necesario no guardar tanta formallidad.
Besos. Lur
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