Ausencias

Hola querido blog!
Perdona mi ausencia pero es que mis musas, no es que se hayan tomado unas vacaciones, es que se han ido de excedencia. Todo empezó, imagino, allí por Febrero, cuando me dieron la noticia horrible del diagnostico a mi tía (cáncer). De allí, hasta abril, un calvario lleno de culpabilidad, dudas e impotencia. Mi madre me dijo un día que no se imaginaba cuanto debía estar sufriendo yo, en semejante situación y encima al otro lado del estrecho. Yo creo que ellos lo pasaron peor, porque desde la distancia yo podía pretender que no 'sabía', y creer ciegamente que se curaría. Desgraciadamente no fue así. Y esto es lo que he aprendido: que hay que ser optimista hasta el final, que la esperanza te ayuda a pasar el mal trago, que la gente siempre te quiere mas de lo que uno a solas se puede imaginar, que los que más sufren nos enseñan a avanzar con su fortaleza, que la religión es importante para algunas personas y los demás debemos respetarlo, que al final todos somos personas, y que la vida sigue. Esto aprendí en los últimos días de tanatorio, entierro y viajes locos, con la imagen de mi tía en la cabeza riéndose a carcajada limpia todo el rato (porque a mí tía, que era una optimista nata, todo le llevaba al buen humor; incluso cuando veía comportamientos inaceptables y rastreros nunca le salían de la boca reproches, solo carcajadas). Pues esto aprendí de los últimos días de la enfermedad de Maribel, pero de Maribel, la persona, aprendí muchas cosas más, lo que pasa es que son tantas que no me salen así de golpe, y si me pongo a recordarlas me aturullo. Bueno, ya me irán saliendo poco a poco.
Pero vamos, desde entonces hasta ahora han pasado las semanas volando voy volando vengo, y yo todavía no he escrito nada… la verdad, que pensé en cerrar el blog y no escribir nada nunca más. Creo que la culpa de esto la tienen las palabras, que son traicioneras e inexactas, y que quizá no te ayuden a expresarte cuando más las necesitas. Y luego, que los años han pasado y yo todavía no he escrito esa novela honesta en que plantar mi visión de la vida. No es extraño pues que mis musas se hubieran dado el piro, en busca de mentes más fértiles y menos exigentes (y quizá también porque estaban aburridas de todos estos rollos socio-filosóficos que ni soy capaz de explicar ni entiendo).
Necesitaba a alguien que me rescatara. Y ese ángel llegó este fin de semana y se llama Marta Pérez Martín. Y tiene un libro que todos podéis y debéis leer (Una piedra roja, una piedra azul, una piedra amarilla). El libro me lo regalaron mis amigos por mi 30 cumpleaños, aunque yo sé que la idea vino de mi otra Marta, mi Martita, también ingeniera de Montes y también del Oeste de Madrid. Y este libro me ha enamorado porque en el libro me encuentro a mi misma. Me imagino que otras muchas personas habrán sentido esto mismo. Me alegro de compartirlo con ellas también.
Aunque hay otras muchas cosas en este libro que son muy importantes para mí (estudiar Montes, los proyectos sobre pinos, viajar a Sudamérica, buscar trabajo en un mundo de hombres, el yoga, enamorarse de tíos que viven al otro lado del océano y tantas otras cosas) lo que más me ha impactado es precisamente eso que está más lejano: la enfermedad de Marta, la radioterapia, la incertidumbre, la necesidad de aferrarse a una esperanza. Y creo que he necesitado leer esto para entender todo lo que pasó en esos meses de Febrero a Abril, en reconciliarme con mi propia culpabilidad por no poder estar con mi tía y mi familia tanto como me gustaría, y en darme cuenta, realmente, de que la vida sigue.
Y por mis musas, creo que ya están de vuelta. Ya no necesito escribir esa novela honesta en que plantar mi visión de la vida, porque lo que ha escrito Marta ya me vale (¡tantas de mis propias emociones se pueden leer entre las líneas que ella escribió!), así que puedo dedicarme a contaros las pequeñas menudencias que me van pasando (el nuevo piso, mi tesis que nunca se acaba, las películas que voy a ver, mi vista desde la ventana del comedor), las cosas que no os he contado estos meses porque parecían no ser importantes, y en realidad son lo único que importa.

3 comments:

Anónimo dijo...

¡Qué alegría verte de vuelta! Tantos días llevo entrando en tu blog para ver el post de Leap Year... Estoy ansiosa de leerte ahora que estás otra vez en plena forma.
Muchos besitos

Sr. Editor dijo...

Lo único que no debes sentirte es culpable. ¿Culpable de qué? No. Todo lo contrario, Vane.

En lo que sí coincido contigo es que estas experiencias te cambian la perspectiva de las cosas. Un besazo...

Anónimo dijo...

Gracias cariñitos