Mi coche y yo

Mi coche y yo tenemos una Buena relación. El entiende que yo no soy una gran conductora y resiste sin protesta alguna mis desconcertantes cambios de marcha y mi torpeza en territorio desconocido. Y yo, a cambio, lo trato moderadamente bien. Le hago trabajar poco, y lo paseo por sitios bonitos. Ahora, siempre hay algo interponiéndose entre el y yo. Durante todo el año pasado era el termostato. Ese maldito al que le daba por reventarse en los momentos menos apropiados. En el garaje me dijeron que la culpa era de quien quiera que hubiera maltratado antes a mi pobre coche, poniéndole piezas de otras marcas y no unas buenas Volkswagen como el pobre se merece. Tras unos días convaleciente el nuevo termostato llegó y pareciera que nuestra relación por fin no iba a verse comprometida.
Y entonces me explotó la tapa del delco. Estas cosas ocurren así, sin avisar, se meten en tu vida, interfieren en tus asuntos y te vienen a hacer la vida más difícil. En este caso, yo iba conduciendo con toda tranquilidad, sin percatarme del sufrimiento de mi coche al límite. Cuando paré el coche en la estación, para recoger a Bas, y el pobre coche ni siquiera hizo una explosión a modo de grito de ayuda, pero cuando quise volver a ponerlo en marcha no había forma. Cuando vino Bas y nos montamos en el contacto se negaba a reaccionar. En vano lo tiramos por una cuesta pensando que era un pequeño problema de batería. Cuando la grúa llegó por fin, después de una hora estorbando el tráfico de una de las calles mas transitadas de Farnham, nos encontró con el coche subido a la acera, y nosotros mirándolo con intensidad como si nuestro apoyo lo pudiera devolver a la vida.
Un nuevo delco lo devolvió a la vida, y así fue cabalgando mi coche contra el viento, y cabalgando hubiera seguido de no ser por un energúmeno al que se le antojó pegarme una leche en la culera con su enorme SUV. La verdad que deberían prohibir conducir esos coches a la gente que no tiene ni idea del espacio que ocupan. Podría no haber sido nada, ya que mi coche salió zumbando de allí, como si nada. Pero el daño estaba por dentro. Hoy me han dicho que no saben si lo podrán recuperar. El sigue adelante, como un valiente, pero el daño lo lleva por dentro, y lo corroerá poco a poco, por lo menos hasta la próxima MOT (el ITV inglés).
Claro, que me devolverán el dinero del coche, y probablemente me podré comprar uno mejor, con termostato y delco, uno que no tenga tantos problemas, pero en mi corazón siempre habrá un jequecillo para el gorililla… Bueno, pero que digo, si este es como el fénix, seguro que resucita de sus cenizas!