Esquiar a punto de nieve
Para los que desde pequeñitos nos ha encantado esquiar, ya sabemos que es una vida muy dura y que hay que pasarla mirando al cielo continuamente… cuando los padres de Bas nos invitaron esta año a ir con ellos a los Alpes para esquiar, Bas y yo anticipamos que nos íbamos a pasar las vacaciones paseando por los verdes prados cual Heidi y Pedro cualquiera. Y en efecto así fue los dos primeros dos días, en los que ni nos molestamos en alquilarnos esquís, hasta "La Gran Nevada", la mayor tormenta de nieve que jamás he visto, emulando a aquella clásica nevada que cayó un año en Bailo por Semana Santa tras la que construimos un iglú en la fuente las eras y un Belén de nieve en la puerta de la iglesia a tamaño natural. La nevada más increíble que jamás he visto y tras ella la nieve más maravillosa en la que jamás he esquiado.
Ya sabéis que cuando voy a Austria, normalmente me dedico a hacer esquí de fondo con Bas (porque el alpino le acojona). Como había tanta nieve, solo estaba abierta la pista de fondo bajo el Piz Buin, a unos 3000 metros de altitud. Para allá nos fuimos Bas y yo: cogimos el telesilla y luego un autobús que te lleva a través de un túnel hasta las pistas. Y cuando llegamos, el espectáculo era éste: Increíble; sin mencionar que fue justo en este momento en el que los posibles futuros jefes de Bas le llamaron por teléfono para la segunda entrevista. Bas apenas pudo explicar el espectáculo ante sus ojos, y sus futuros jefes en seguida entendieron que le tendrían que llamar al día siguiente. El día fue increíble. La pista recorre un lago helado, que a veces cruje y da un poco de yuyu, pero la sensación de inmensidad, el glorioso deslizarse de la nieve polvo bajo los esquíes... eso amigos no se borra con nada.
No puedo dejar de mencionar que la cosa tiene un tinte suicida, no solo por esquiar casi solos en la inmensidad de los Alpes sobre un lago helado a 3000 metros de altitud, sino más que nada por el viajecito para llegar hasta ahí: el autobús, servicio local, es una locura: discurre por un túnel de mantenimiento de una central hidroeléctrica y apenas hay espacio para el autobús. Por supuesto, a esta altura no llega el quitanieves, así que el hielo y la nieve bromean con las ruedas por doquier. Para completar el cuadro, los conductores no parecen tenerle miedo alguno a la muerte y son felices tratando de alcanzar los 100 km por hora en los túneles de la muerte.
Bas y yo en el autobús de la muerte.Al día siguiente no me pude resistir y me subí a hacer alpino. No podía pensar en otra cosa. Pero cuando fui a la tienda de alquiler de esquís me di cuenta de cómo ha pasado el tiempo, y como he perdido la comba de que es un buen esquí o no. Tengo que confesar que estaba un poco acojonada en el telesilla: ¿sabré esquiar o no? A lo mejor se me había olvidado para siempre… Pero no se me había olvidado: fue ponerme los esquís y como si me echara a caminar… ¡qué felicidad!
La otra parte de la felicidad la componen el padre de Bas y su amigo con el que fui a esquiar: un par de bajadillas y una cervecilla; otro par de bajadillas, otra cervecilla. Y si nos cansamos, ¡a casa! Aquellas maratones horribles de esquiar sin parar sin apenas tiempo para comerse el bocadillo quedan atrás… ahora, menos mal que no nos hicieron soplar al subir al telesilla.
Besos
2 comments:
Vale esquiar y beber cerveza esta bien, pero, no os picheis en a nieu quesenchompa.Besos..Lur
Joer que puta envidia mecagüen tó, y yo sin ponerme las tablas ni un fucked día. El lunes me subo llueva, nieve o haga ventisca, ya vale. En 21 años es el único que no he subido ni una vez, ha sido penoso...qué envidia....
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