Esto es lo que pasa cuando vas a ver una peli del 39

El otro día, presa de un ataque de aburrimiento, me acerqué a la filmoteca nacional y para mi sorpresa me encontré con que tenían un ciclo de películas de Jean Renoir, probablemente uno de los mejores, sino el mejor, directores de la historia del cine (aunque todavía haya pazguatos que se empeñen en meternos por los ojos al Spielberg). Así que no pude evitar la tentación de entrar a ver "Las reglas del juego", una película en blanco y negro de 1939 y en versión original para recrearme en los aspectos más pedantes de mi personalidad.
Tengo que decir, en primer lugar, que me aburrí mucho viendo la película. Estaba en tercera fila y casi me comía la pantalla, y en primera se había sentado un agüelo que por no aburrirse se había dormido y roncaba a pierna suelta provocando murmullos de indignación a nuestro alrededor.
Y sin embargo, ha sido salir de la película y ponerme a reflexionar. Hoy me siento como si me hubiera recuperado de una enfermedad, que tengo un nuevo “yo” de vuelta… el “yo” que está siempre pensando en el sentido de las palabras, en las contradicciones de la vida en lugar de el "yo" que me había traído el invierno preocupado solo por el placer de los sentidos. Y me pregunto si es Jean Renoir quien me ha traído mi “yo” (¿mi verdadero yo?) de vuelta.
Como si no hubiera cosas más interesantes en que pensar…
Pero os diré lo que hay en esa película: la pretenciosidad de la burguesía y la miseria de las clases bajas nos convierten en perros a todos. Y aunque los señoritos puedan salirse con la suya a los ojos de aquellos que no ven más que desilusiones y aún ser magnánimos con los de las clases bajas, serán los de abajo los que bajen la cabeza y permitan la continuidad de toda esta farsa.
(Diría yo que cualquier película española explica mejor esto (y se me vienen a la cabeza muchos nombres pero Aristarain es el primero...))
Y la pena es que en esta película el amor no interviene en nada de esto. El amor parece ser, en cualquier clase, en cualquier momento, una frivolidad.
Yo no estoy muy de acuerdo con esto, señor Renoir. O bueno, a lo mejor estoy de acuerdo sin querer estarlo.