Bueno, bueno, bueno, ¡debo decir que estoy agotada y que he tenido un viaje tremendo! En primer lugar el coche que tenia que recogernos en Ouidah llego tarde. Luego llegamos a Cotonou justo a la hora en que las tiendas están cerradas, y los mercados estaban a tope, así que perdimos un montón de tiempo dando vueltas como tontos y sin poder hacer los recados que teníamos que hacer.
Luego en la carretera había más controles policiales que nunca. Los gobiernos de Benin y Nigeria han firmado un tratado para realizar patrullas conjuntas en la frontera y hay un control en cada kilómetro más o menos, sin contar con los de aduanas. Además, debía ser el día de la gran exportación, porque en la carretera encontramos mas de veinte camiones cargados hasta los topes, mientras les revisaban los de aduanas. Era increíble ver esos camiones con montones de cajas apiladas, en pilas que doblaban la altura del camión (Papa y Javier horrorizaros e imaginad como pasaríais con un camión así por el túnel de Canfranc). Además de ser pilas de cajas increíblemente altas, algunos de esos camiones transportaban vajilla, así que resultaba increíble ver que puedes apilar algo así como veinte cajas llenas de copas de cristal y no se rompen. No, no, no se rompen. O si se rompen a los que las trasportan les da igual.
Además resulta que alguien del Insti paso un día la frontera por la noche y no había nadie en las ventanillas así que no pudo sellar el pasaporte y cuando llegó a Lagos fue a poner una queja a la embajada o donde fuera, y la queja llegó hasta la aduana, así que ahora si ven un coche de los nuestros lo paran y los revisan siempre. (Menos mal que no llevábamos nada malo en el maletero).
Luego el conductor se empeñó en parar a comer en un restaurante tradicional, tan tradicional que estaba situado encima de un basurero. No me preguntéis, pero la comida parecía buena (yo no la probé por si acaso). Por cierto, que esto me recuerda que desde que vine he visto que en las carreteras venden unos animales clavados en un palo y tostados a la brasa. Desde el primer día que los vi pensé que eran ratas. Ya he averiguado que no son ratas. Son ardillas (y dicen que tienen la carne muy dulce).
Para completar el día en Lagos había un atasco tremendo, horas y horas atrapados en una marabunta de coches sin dirección aparente. Exhaustos y algo enfadados decidimos pasar la noche en Lagos. Por lo menos así nos aseguramos de tener una buena cena, y esta mañana en poco más de una hora hemos llegado a Ibadan.
Y la llegada... bueno es el Hamatan o como se llame. Parecía que en nuestra casa había caído una bomba nuclear: en cinco días se ha acumulado un dedo de polvo venido del norte Sahariano, ¡y el polvo lo invade todo! Os aseguro que no se puede explicar. Para completar el cuadro unas cuantas arañas invitadas han decidido estos cinco días hacer del nuestro su hogar, así que entrar en casa era mas o menos como entras en el templo maldito de la mano de Indiana Jones.
A pesar del regreso el viaje ha valido la pena... como dice Bas, solo por estas mini vacaciones vale la pena haber venido a África. Espero contaros todo en los próximos días.
Un abrazo.
Vane