GANVIE, La Venecia Africana

Mi regalo de Navidad ha sido visitar Ganvie, llamada la Venecia africana, uno de los lugares más increíbles que he visto jamás. Después de pasar la mañana bebiendo cócteles lujosos en el hotel de la Marina (antes Sheraton) yo ya empezaba a estar algo enfadada. Tenía una era de turista infame acudiendo a fiestas navideñas prefabricadas. Finalmente Bas y yo encontramos el modo de deshacernos de nuestros compañeros de viaje y Bas tardo un segundo en proponer el plan: ¿Por qué no visitamos ese pueblo al norte de Cotonou, que esta en medio de un lago?
Encontrar el lugar fue difícil: la ruta principal estaba asfaltada, pero una vez que llegamos a Abomey, todas las rutas hacia el lago parecían cortadas para dejar espacio a los mercados interminables. Pasar por cualquiera de ellas con el coche parecía una locura. Rodeamos el lago que va desde Cotonou al norte, el lago Nokoue, pero varios kilómetros mas tarde lo a nuestras espaldas. Finalmente dimos con una pareja, dos enormes tipos aplastando una vieja mobilete, que por un dólar nos llevaron hasta el desvío del embarcadero.
Al abrir la verja una riada de niños se abalanzaron sobre el coche. Parecen estar bien acostumbrados a los turistas y conocen las frases exactas en francés y en inglés que necesitan para venderte un sombrero, o una barquita o qué sé yo. Gritan “mami, mami, cadeau, cadeau” y te acosan un poco, pero son encantadores. Lo que he decidido es que cuando un montón de niños se abalancen sobre mí no voy a darles dinero ni regalos ni nada, porque tal vez al obtener dinero fácilmente de ese modo piensen que es más fácil pedir que estudiar o trabajar, y se conviertan en mendigos crónicos. ¿Creéis que tengo razón al pensar así o es demasiado cruel? Creo que es un concepto algo leninista, no poner parches y dejar que la gente luche contra su propia miseria. Pero claro, es muy fácil decir algo así viajando con dólares en el bolsillo después de pasar la mañana bebiendo cócteles en el Sheraton. Creo que viajando por países como Benin y Nigeria uno se convierte en un hipócrita crónico.


Photo Author: Tevosmart

Durante todo el viaje nos sentimos un poco acosados. El pueblo es tan bonito que no deja de recibir turistas sin cesar, con el bolsillo flojo o llenos de culpabilidad. TODO el mundo en Ganvie, desde el guía turístico, la dueña del bar o el pintor local, aprovecha la mas mínima oportunidad para pedirte dinero, regalos, lo que sea. Bas y yo decidimos dejarnos llevar, el espectáculo era demasiado increíble como para estar pensando en eso.
Nos montamos en una especie de canoa de factura local. Todas las barcas de Ganvie consisten en un tronco ahuecado por dentro. El de turistas tenia algunas comodidades adicionales: un techado para evitar el abrasador sol del sur de Benin y un motor como sustituto del palo que estos gondoleros africanos utilizan para moverse alrededor del lago. Los habitantes del lago plantan barreras de cañas para facilitar la pesca, su principal fuente de subsistencia, así que el recorrido en la canoa parece discurrir por un tejido de canales naturales y redes (una especie de artificio, porque ni son canales ni son naturales). El recorrido anticipa vagamente lo que vamos a encontrar en Ganvie: en las canoas niños de cinco años medio desnudos pescan entre los cañaverales como si andaran por la misma tierra. Pareciera que unas branquias invisibles le protegieran del miedo al agua. Los más avezados se mueven con una vela, cosida de retales. Todos te llaman desde sus barcas y agitan las manos.
Para la gente que lo habita, los Tofinu, Ganvie significa algo así como “el lugar donde encontramos la paz”. Como en tantos otros lugares de Benin, la historia de Ganvie ha sido modelada por los estragos del tráfico de esclavos: Los reyes de Benin intercambiaban con los europeos gente por bienes materiales. Aunque los reyes africanos no comenzaron el tráfico de esclavos, se beneficiaron económicamente con ello. Pero la religión Abomey prohibía luchar en el agua, así que las comunidades mas débiles, sometidas al rey, encontraron en el lago Nokoue el refugio y la paz. Los Tofinu creen que un caimán gigante ayudó a su pueblo a cruzar el lago y construir la ciudad de Ganvie, mientras el rey de los Tofinu llegó hasta ella montado en un águila (aunque yo diría que esto es invento del pintor local, porque por lo que sé, no hay caimanes en esta parte de África).
Sucesivos enfrentamientos entre las tribus que rodeaban el lago Nokoue provocaron una fuerte emigración al pueblo del lago desde los territorios de sus alrededores. En la actualidad Ganvie cuenta con 30.000 habitantes.
Los habitantes de Ganvie viven en casas de madera que se elevan por encima del agua sujetas sobre toda suerte de palos de madera. Sus habitantes son pobres, y la madera escasa, así que las casas son pequeñas, básicas, y los palos de madera ennegrecidos se reutilizan hasta el desaliento, de modo que la mitad de las casas de Ganvie parecen sujetarse en una especie de milagro inclinándose de un lado para otro. Y aunque parezca que una casa esta a punto de caerse no es raro ver salir cinco o seis niños desnudos por la puerta, lanzándose al agua sin importar la edad, pescando con las manos o con sus propias redes. La gente mas próspera de Ganvie comienza a construir en hormigón, pero no parece que las tecnologías modernas hayan calado entre el grueso de la población.
Para hacer un restaurante o una casa mas elaborada, algunos habitantes de Ganvie ponen troncos en el agua quitan el agua y lo rellenan con tierra, de modo que uno tiene la sensación de caminar entre pequeñas islitas. La profundidad del lago varía y no es raro que la tierra asome de cuando en cuando, pero casi todas las construcciones se sostienen sobre agua.
Varias casas rodean la plaza principal de agua, la del mercado, donde los vendedores alinean sus barcazas llenas de verduras y carne. El pescado se vende a los turistas: todos se pescan el suyo propio, hasta los niños más pequeños.
Ganvie es un pueblo misterioso: las mujeres hacen gala de una sexualidad exacerbada y en la tienda de recuerdos local, el guía pretendía venderme un gigantesco pene tallado en madera. Junto con otros instrumentos Voodoo, los Ganvienianos me enseñaron todo tipo de figuras de madera cubiertas de clavos, bastones de madera, máscaras, penachos y joyas. Después de preguntarme si pensaba que su mujer era guapa el guía me propuso un intercambio de parejas. Imaginaos las caras de Bas y mía, después de varias semanas en Ibadan, capital del cristianismo integrista y la mojigatería. No sabíamos dónde escondernos.
Ganvie tiene un cementerio en medio del lago, pero no nos lo quisieron enseñar. Por alguna razón nuestro guía tampoco nos quiso enseñar el mausoleo del rey, tal vez la vergüenza local o quizá una pérdida de tiempo. Vimos la enorme estatua asomarse entre las casas varias veces. Al dejar Ganvie el sol se ponía sobre el lago. El pueblo se cubrió de un halo misterioso y en ese momento desee marcharme (algo aterrorizada también por las propuestas deshonestas del guía). Sin embargo, cuando el chico de la motora encendió el motor y vi alejarse las casas, aun tambaleándose sobre el lago, y vi a los niños anfibios agitar sus manos como si la despedida fuera a traerles un ultimo regalo, sentí de verdad dejar aquel lugar fascinante. Y sentí también no poder comprender un poco mejor la vida de aquella gente.



1 comments:

Anónimo dijo...

Hola Vane! Respecto a lo de dar regalos,dinero, caramelos etc a los niños opino igual que tu. He cometido el error algunas veces de llevar bolis y caramelos y despues te das cuenta, por ejemplo en Marruecos, que los niños en vez de ir a la escuela estan en las cunetas esperando a que les tires cosas, aparte de arriesgarse por un misero boligrafo a que les atropellen, vamos que es verdad, es fomentar la mendicidad. Esperamos que pongas mas fotos, los relatos son fantasticos, a ver como se te da la fotografia.... Besos.
Jara
PD: Aun no se nada de lo de Vietnam, de momento solo esto absolutamente horrorizada por el Tsunami del sudeste asiatico, la realidad supera la ficcion con creces.