El Londres mas pijo

Hola, parece que no me comunico, pero no, es que mi nueva vida de ciudadana de Guilford me hace estar ocupadísima y chico que no doy abasto… aunque me va a durar todo porque mis fantásticos compañeros de piso se vuelven a Barcelona (que suerte la suya) así que tengo que volver a ponerme a buscar casa…
Pero en fin, tampoco se trata de amargaros el mensaje. Os voy a contar lo que hice ayer, que me lo pasé superbien en Londres, para que veáis que después de tanto tiempo todavía le quedan a una cosas por descubrir…
Quedé con una amiga, Nadia, que viene de una familia bien y por tanto está acostumbrada a ciertos lujos… me encanta estar con ella porque de verdad que me descubre cosas que a mí jamás se me ocurrirían. Lo primero que hicimos fue tomar un café y contarnos las penas pero una vez pasado el rollo nos dedicamos a hacer cosas más divertidas. Fuimos a una exhibición preciosa sobre los impresionistas; ir a ver cosas de pintura siempre me hace soñar… luego fuimos al Instituto de Arte Contemporáneo en el que tenían una exhibición de lo más curiosa. La exhibición se llamaba “Mira a través de mis ojos y descúbrete a ti mismo”- no me preguntéis el autor porque ni lo sé ni me importa- y básicamente consistía de tres habitaciones: una estaba completamente vacía, y lo único notable era la salida de emergencia. La otra tenía dos ventanas con persianas que se cerraban y se abrían automáticamente. La sala final tenía tres macetas con tres plantas y un proyector que no proyectaba nada. Total que nos sentamos allí durante diez minutos, pensando que el proyector estaba en el intermedio y que abría una proyección de diapositivas, o algo, pero no; el guardia de la exposición nos vino a explicar que la película no era más que eso. Así que yo le dije: “pues no le veo la gracia, chico”- a lo que me contestó: “pero te has leído la descripción de la exposición? Porque se explica en el panfleto…” El panfleto en cuestión eran tres o cuatro páginas de texto infumable… Le miré con cara de desesperación y nos echamos a reír: a él la exposición tampoco le hacía ni puta gracia… Al salir vi la inscripción con luces de neón sobre la puerta: “si no nos conocemos en este mundo nos veremos en el próximo. Pero no llegues tarde, no llegues tarde…”
La siguiente parada fue Picadilly. Desde allí andamos hasta “Old Bond Street”. Nadia quería ir a ver una galería con cerámicas, pero cuando llegamos ya habían cerrado. Como ya estábamos allí pensamos que igual podríamos darnos una vuelta por las increíblemente caras tiendas de diseño de la calle: Prada, Gucci, Vitorio y Luchino… bueno, un descojono padre porque hay que ver lo caro que es el mal gusto. Así andando pasamos por DKNY, la marca que siempre me recuerda a los labios de plástico de Ester Cañadas, y Nadia me explicó que dentro del mundo del diseño, DKNY es de lo más normalito. En el escaparate tenían un abrigo precioso así que me pareció buena idea entrar a probármelo. La verdad es que me sentaba horrible y me hacía gorda, pero cuando lo estaba dejando en la percha vi una preciosa cazadora de cuero verde, super suave, como entalladita. La vi y me enamoré de ella automáticamente (me imagino que estas cosas siempre funcionan así). Me sentí aliviada cuando me di cuenta de que no tenían mi talla, pero entonces uno de los dependientes (SUPER SUPER GAY) me vino a preguntar “¿Te puedo ayudar en algo?”- y para mi horror me oí respondiendo: “hm, me gustaría tener mi talla de esta cazadora”. Le pedí la 42 y me sacó la 40: me iba perfecta. Era una preciosidad. Me miré, me volví a mirar, veía la etiqueta colgando pero me estaba dando pánico mirarla: 900 € del ala amiguitos. Así el dependiente se acercó y al ver mi cara compungida me dijo condescendiente: “No te queda bien, ¿verdad?”- y yo le dije- “No, no me queda perfecta. Lo que pasa es que es demasiado cara”. Y el me dijo: “Es que es de cuero”. Y yo se la tendí mostrándole la etiqueta “Made in China” y le dije: “aún así: es demasiado cara”. Y me fui más contenta de lo que había entrado. Todo esto, por supuesto, promovió una discusión entre Nadia y yo, porque estos desequilibrios sociales me parecen ridículos. Hoy nos reíamos con Manu y las demás: “Tengo para elegir lo que me costaría vivir un mes en Guildford, o dos en Montecarlo, o tres en Granada, o lo que me costaría comprarme una casa en Turquía, eso, o una cazadora verde… pues no se que te diga, yo casi me quedo la cazadora…” Que mundo señor.
Bueno, pero la cosa no acabó así. Nadia me llevó… ¡a comer ostras!!!!!!! Y yo que no había comido desde los días del Unzate, o como se llamara el cura de la resi de Tone, pensaba que las ostras no me gustaban… pero lo que es la vida: ¡me encantan! A lo mejor la próxima vez que vaya a España me pongo morada de caracoles. Lo bueno es que nos pedimos las baratas, que ya eran muy buenas, pero como nos habíamos sentado en la barra donde las abrían; el camarero que era colombiano, se hizo coleguita nuestro y nos invitó a nativas. Y si hay diferencia. Hay que decir que me sentí pija y pedante después de comer ostras en un bar de Londres pero estaban buenas de la leche. Y al final se olvidaron de cobrarnos el vino, así que ni siquiera nos salió muy caro (vale 15 € seis ostras- tela).
La verdad es que me lo pasé bien, porque todo esto son cosas que a mí sola jamás se me hubiera ocurrido hacer, pero pasé un rato buenísimo con Nadia, descubriendo otra cara de Londres, menos sofocante aunque más pretenciosa.

1 comments:

Anónimo dijo...

si es que en el fondooo...- besoss